Qué son las lunas galileanas de Júpiter
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¿Has oído hablar alguna vez de las lunas galileanas de Júpiter? Este planeta, el más grande de todo el Sistema Solar de cuantos conocemos hoy en día, posee un número de satélites que, de momento, roza los 80, y probablemente no son los únicos atrapados en su poderoso campo gravitatorio.
El quinto planeta del Sistema Solar, un gigante gaseoso con un campo magnético poderosísimo, es fuente de constante estudio desde hace siglos. Recientemente, un equipo que investigaba la posible existencia de un noveno mundo en este vecindario localizó 12 nuevas lunas en torno a Júpiter, y no serán las últimas.
Sin embargo, entre los grandes estudiosos de este gigante gaseoso, no nos podemos olvidar del gran Galileo Galilei, a quien debemos el nombre de las lunas galileanas, pues él fue quien las descubrió.
Las lunas galileanas de Júpiter
Dentro del casi centenar de lunas de Júpiter, el que más tiene en todo el Sistema Solar, encontramos cuatro que son especialmente importantes y llamativas, e incluso se pueden observar con telescopios de poca potencia como pequeños puntos brillantes.
¿Qué tienen en particular estos cuatro satélites galileanos, más allá de que fueran descubiertos por Galileo? Pues que son los cuatro más grandes de todos los existentes en torno al gigantesco mundo gaseoso y son Ío, Europa, Ganímedes y Calisto.
El año de descubrimiento de estos satélites fue 1610, y son los primeros hallados por el ser humano fuera de la Tierra y más allá de nuestra propia Luna, como es obvio.
En un principio, Galileo creía estar viendo estrellas, pues como hemos dicho, con telescopios de poca potencia, brillan como pequeñas estrellas. Sin embargo, posteriores observaciones le demostraron que cambiaban de posición con bastante frecuencia, lo que le llevó a intuir y confirmar que eran satélites o lunas que orbitaban al gigantesco planeta cuyo nombre obedece al dios de dioses romano.
De todos ellos, sin duda, quizás el más interesante sea Europa. Esta bola helada podría albergar un océano gigantesco bajo su superficie congelada que tal vez habría desarrollado algunas formas de vida sencillas.
No obstante, estos satélites son muy diferentes entre sí. Por ejemplo, Ío es un mundo en el que la actividad volcánica no cesa ni un segundo, sin duda, un lugar muy parecido al propio infierno religioso.
Y esta es a grandes rasgos la historia tras el nombre de lunas o satélites galileanos que tuvieron el honor de ser descubiertos por uno de los grandes personajes de ciencia de nuestra historia, Galileo Galilei.
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